domingo, 20 de mayo de 2018

El crimental


 
Te atreves a pensar? ¿Te atreves a ser una persona con capacidad de analizar y dar argumentos de tu sociedad? Quizás eso no te convenga. 1984. George Orwell.




Hay quienes afirman que las posiciones extremistas siempre son negativas, otros dicen que los extremos son necesarios para alcanzar un punto de balance en una sociedad democrática, pero con independencia del criterio de cada quien, hay una realidad que se aprecia con harto frecuencia en los países en los que priman los derechos ciudadanos, y es la intolerancia creciente en ciertas  minorías hacia sectores e individuos de la comunidad que no comparten sus intereses y cuestionan sus propuestas.

La discriminación, en cualquiera de sus formas, es una aberración. Tal vez sea uno de los crímenes sociales más horrendo, por lo tanto es un deber trabajar por eliminar toda muestra de exclusión, pero alcanzada la igualdad, no se justifican la concesión de privilegios, una especie de Ley del Talión reivindicativa que se aprecia en sectores que en base a lo padecido, exigen concesiones que generarían una nueva forma de discriminación.

La crispación que generan algunos segmentos al reclamar sistemáticamente condiciones sociales específicas superan con mucho los derechos inalienables de los demandantes, al extremo que pueden afectar los derechos, también inalienables, de  quienes no comparten sus ideas, conductas y preferencias.

Cada quien tiene el derecho de defender sus convicciones y porque una propuesta sea políticamente correcta, oponerse a la misma no debe acarrear para el sujeto ningún tipo de agresión.

En algunos países hay tendencias a que la compatibilidad entre en crisis,  ya que se aprecian casos que según se entroniza la tolerancia,  surgen y desarrollan corrientes de pensamiento que exigen cada vez mayor aceptación  y comprensión a sus demandas, demonizando a quienes no asumen como propias esas propuestas.

Hay una clara tendencia a denigrar y desacreditar a quienes en uso de sus prerrogativas ciudadanas son capaces de expresar puntos de vistas contrarios a los de vertientes que aunque reclaman tolerancia y respeto a sus proyecciones e intereses, no demuestran estar aptas para convivir con pensamientos y actitudes opuestas.

En el pasado reciente los que criticaban el comunismo eran fácilmente acusados de fascista y en Cuba al igual que en Nicaragua los que rechazaban el castrismo o el sandinismo eran etiquetados como batistianos o somocistas, aunque los impugnados tuvieran credenciales genuinamente democráticas, situación que llevó al ex preso político Matías Dreke, "Pupi, en América como comunistas, en Cuba nos fusilan".

Hay quienes, cuando son satisfechas sus demandas, no son capaces de apreciar que el multiculturalismo es una condición que se sustenta en la diversidad  y en el derecho de cada quien a pensar y actuar en base a sus convicciones siempre y cuando estas no afecten el derechos de los otros.

El ya mencionado Orwell escribió ampliamente sobre la policía del pensamiento, dijo, "El crimental,  el crimen de la mente, no implica la muerte, porque el crimental es la muerte misma".

En la actualidad hay acusaciones que no demandan pruebas para que el individuo sea sancionado por la opinión pública. La criminalización de las intenciones no es potestativo de los gobiernos, hay sectores en la sociedad  contemporánea que gustan cazar brujas y hasta quemarlas sin que se haya confirmado su hechicería.

Lo primero que padece un ciudadano bajo un régimen de intimidación es miedo, un miedo que se nutre de la capacidad represora del gendarme de turno y de la imaginación de la víctima. El desasosiego conduce al silencio, a la autocensura, a evitar llamar la atención y a aceptar como legales las gestiones de quienes intimidan. Todavía hay países en que minorías delincuenciales venden servicios de seguridad y hasta cobran por el derecho a optar a un empleo o transitar por un lugar. La imaginación de estos depredadores no conoce límites.

La realidad es que quizás el futuro no esté tan amenazado por ideologías políticas extremas, sino por sectores minoritarios que por temor a perder los derechos reconocidos y con el objetivo de perpetuarlos, se enrolen en una cruzada en la que la estigmatización del “extraño”, la mayoría a la que siempre consideran una amenaza, es una constante. 




Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714

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